miércoles, 11 de septiembre de 2013

¿Por qué se sigue considerando la radio como la hermana pobre del periodismo?

Un aparato de radio de 1958.
Un aparato de radio de 1958.
La estrella de la televisión no apagó la voz de la radio. La prensa escrita coexiste con la radio. Internet hace más grande a la radio.
Comprobado que es así ¿por qué se sigue considerando la radio como la hermana pobre del periodismo si, verdaderamente, y en lo que atañe a la información y la creación de opinión, la radio es el medio que más y mejor interactúa?
La radio, como tal, no tiene más límite que el que le confiere su potencia emisora y el gestor de aquella, sea éste el capital privado o el interés político de la pública. En uno u otro estado -privado o público- las Radio tiene vida propia aún a pesar de los furibundos ataques a su supervivencia (a través de una economía siempre precaria).
A la radio, verdaderamente, sólo la limita el tiempo y no el número de caracteres en sus palabras. Y la ciudadanía reconoce, en su crítica acerada a los medios de comunicación, que la Radio es, en España, el mejor medio para vivir las consecuencias de cada día: inmediatez, rapidez en la exposición, repetición de conceptos (para bien y para mal) y una profesionalidad que, por ejemplo, se pone en duda por la intromisión de personajillos que hacen de, por ejemplo la televisión, un cajón de sastre en lo que el desastre resulta más evidente.
Pero a la radio le ha aparecido en los últimos tiempos un enemigo nacido en su propia onda: la carencia de entusiasmo, la entrega a la faena, la responsabilidad hasta las últimas consecuencias  de  aquello que se hace y se dice, la tranquilidad que da el sueldo asegurado de quienes van de estrellas y se cubren las espaldas con el quehacer de los que "en provincias" se queman las cejas para tener algo que decir al resto de España.
No. Está claro que la radio va a seguir, por más que el capital (dinero) o el interés (político) intenten cortarle las alas.
Ha habido tiempos peores, aún reconociendo que los actuales no son buenos. Pero en los programas de distinto corte, en los informativos, la radio denota falta de objetivos.
Cuando Franco todavía ese mantenía erguido, la radio española daba cursos diarios de cómo sobrevivir y no perderse en el intento. Apenas se podía hacer información (esta quedaba reservada para los conocidos como "partes" de la que entonces era la Radio Oficial). Hoy, 38 gloriosos años después del fallecimiento de quien se había  erigido "Caudillo de España por la G. de Dios", la radio se oficializa por los comunicados de prensa, las ruedas de prensa sin preguntas, la falta de inquietud en sus profesionales (no hay hormigueo en el estómago a la hora de poner pie en el suelo tras un sueño más o menos reparador en la casa de cada uno) y ese dejarse ir, ese dèjá vu autocomplaciente consecuente con la idea de que en la radio ya está todo inventado.
No es así: la radio tiene ante sí mucho camino por recorrer y su audiencia espera mientras sigue el día a día, la hora a hora, el minuto a minuto, mientras se mantiene fiel a una sintonía dispuesto a convertirse otra vez en el mejor informador, en el facilitador de ideas, en el comentarista sin sueldo y sin cargos en la nómina de la empresa.

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